Más oxígeno,
menos anhídrido carbónico.
Durante la fase vegetativa, una planta activa una serie de intercambios con el terreno y el aire que aportan un gran beneficios al medio ambiente.
Las raíces absorben el agua y los elementos nutritivos del suelo, una linfa vital que, a través del tallo, llega a las hojas, donde se produce una transformación extraordinaria: la fotosíntesis. De hecho, se trata de un proceso alimentado tal solo por la energía solar que permite a la planta absorber anhídrido carbónico del aire y generar nuevo oxígeno. De esta forma, también se producen las sustancias ricas en energía, como los azúcares y los almidones, que están en la base de los elementos que componen la madera: lignina y celulosa. Solo hay que tener en cuenta que una planta vital, por cada metro cúbico de madera producida, es capaz de sustraer de la atmósfera hasta una tonelada de anhídrido carbónico y liberar casi 700 kilogramos de oxígeno.
El proceso de fotosíntesis, muy intenso en los ejemplares jóvenes, se reduce, hasta casi agotarse del todo, a medida que los árboles envejecen. Por ello, es importante que un bosque pueda ser cultivado y renovado continuamente.
La excesiva concentración de anhídrido carbónico en la atmósfera, en gran parte consecuencia de la contaminación, se considera uno de los principales responsables del efecto invernadero y, por tanto, del calentamiento y del cambio climático de nuestro planeta. En el uso de la madera procedente de bosques gestionados de forma sostenible con el medio ambiente reside en realidad gran parte de las esperanzas para poder contrarrestar este fenómeno preocupante.
PARA UN PLANETA SANO, LARGA VIDA A LA MADERA
Gracias al crecimiento de la madera y de las biomasas, se absorben anualmente más de 2 mil millones de toneladas de carbono equivalentes al 50% de las posibilidades totales de la Tierra. Pero a un árbol no solo le corresponde la tarea de absorber carbono. Debe, sobre todo, saberlo retener el máximo tiempo antes de ser liberado de nuevo a la atmósfera. Por ello, es importante que la madera, además de ser generada por la naturaleza, sea también transformada en productos duraderos utilizados por el hombre. De hecho, ésta es la única garantía que permite tener bosques.